Esta tarde cuando me acercaba, acelerado como siempre, a la oficina de producción, un niño de unos cinco años le ha dicho a su madre, "mira mamá, un pirata".
La madre le explicaba que no lo era, pero cuando pasaron por mi lado le dije al niño guiñándole un ojo que tenía razón.
Realmente me siento un pirata, como el resto de mis compañeros, como los miembros de la fura dels baus con los que estamos trabajando, o como los técnicos de sonido y luces del espectáculo o como el noventa por ciento de todos los músicos del mundo.
Antes de ayer, en medio de esa tremenda tormenta, allí debajo de ese impresionante circo glaciar que es Fuente Dé, sólo podía ver piratas moviéndose con rapidez para asegurar cabos, pantallas y torres.
Ha sido una semana intensa en todos los sentidos, pero enriquecedora.