martes, octubre 31, 2006

Cuando Jota encontro a Ana



Fué una Semana Santa de los primeros ochenta. Jota había quedado con Manu y Alex en la Vía Láctea. Madrid estaba vacío. Hacía buen tiempo y la gente había escapado del centro a las playas, montañas o casas de campo. Jota bajó en la estación de Bilbao y salió por el Café Comercial. Caminó por Fuencarral hasta la calle Velarde y bajó dando traspiés por la acera ligeramente inclinada.
El bar Velarde estaba casi vacío, entró y pidió un sol y sombra con hielo. Manu llegó con Alex unos minutos después. Se sentaron en una mesa baja. - Qué coñazo, no hay ni Dios. - Nos podemos coger un buen moco y mantenerlo los cuatro días.
-Yo paso. La última vez me agobié muchisimo.
- Tío, podíamos ir a una procesión.
- Tú estás colgado.
El bar Velarde estaba justo en frente de la Vía. Ellos le llamaban el Marcelino, debia ser el nombre del camarero.
- ¿Entramos en la Vía?
- No hay nadie.
-¿Por qué no nos pasamos primero por el Penta?
- Vale, nos bebemos ésto y nos vamos.
- Yo voy ahora, voy a intentar un tema.
Jota y Manu salieron. En la calle de la Palma, estaba el Pentagrama. Hacía esquinazo. Una fachada algo destartalada pintada de azul con una puerta grande en tonos marfil.
Se acercaron a saludar al pincha y se sentaron en una de las mesas con taburetes alrededor. Uno de los camareros de lazo en el cuello se les acercó. Cerveza para todos.
Elvis Costello no quería ir a Chelsea y lo gritaba por los bafles del techo.
Había muy poca gente. Dos parejas en las mesas de las ventanas se morreaban con dedicación. Manu se fijó en dos chicas que se sentaban junto a la chimenea al lado izquierdo de la cabina del pincha. Una morena y una rubia, como en la zarzuela. La morena era menudita, pelo a lo paje recogido por una diadema de un verde imposible. La otra era rubia de larga melena suelta. Las dos vestían como salidas de dos décadas atrás. Con sendas minifaldas y leotardos de colores. Manu le hizo una seña a Jota.
- No están mal, ¡eh!
Jota miró hacia la mesa mientras bebía su mahou directamente de la botella.
- Buah.-
¿Buah qué? tío están bastante bien, y a demás no paran de mirar.
Alex entró en el Penta.
- Que, ¿Has triunfado?-
-Mira.- Alejo puso en la mano de Jota un pequeño papel de unos cinco milimetros con un gato negro dibujado en el centro.
- Yo paso.
- Si nos tomamos un cuartito no pasa nada. Algo habrá que hacer ¿no? sino que coñazo de vacaciones.
- Eres un vicioso.-
Se rieron porque estaba sonando precisamente “vicious” de Lou Reed. Alex miró a las chicas de la chimenea.
- Conozco a la morena. Su hermano está conmigo en la facultad.
- De puta madre-. Alejo se acercó a saludar y regresó con las chicas que traían sus copas en la mano.
- Ana, Raquel....Manu y Jota. -
Se saludaron con dos besos cada uno y las chicas se sentaron con ellos.
- ¿qué es esto? -
preguntó Jota a Manu, refiriéndose a la canción que estaba sonando en ese instante.
- No sé.
- Back of my hand, son los Jags. - Me encantan. Contestó Ana, la rubia. Jota sonrío.
- ¡Qué control!, me gusta esa canción.
Manu hablaba con Raquel y Alex estaba de pie en la cabina mirando singles y haciendo peticiones. Jota y Ana hablaban de música entusiasmados. Ana le contó que había pasado un año en Inglaterra y los conciertos que había visto. Jota estaba realmente impresionado. Una chica realmente mona, y a demás con un gusto musical envidiable. Hacían comentarios de cada canción que sonaba y jugaban a adivinar que era lo que iban a poner y se reían abiertamente. Manu y Raquel se hablaban practicamente al oido. -¿Nos vamos a Rockola? - Vale. Alejo se quedó. Manu, Jota y las chicas cogieron un taxi en Tribunal. Manu se sentó delante. Detrás Raquel, Ana y a su lado Jota.

viernes, octubre 27, 2006

Police and thieves


Veníamos de tocar en un pueblo de Valencia, ahora no recuerdo el nombre. Como ibamos muy pillados de dinero decidimos volvernos esa noche después de cobrar. Salvador conducía y yo iba a su lado. Tom, Ramón y su chica iban durmiendo detrás. Era un dodge, o algo así, que estaba a nombre de su famosisima hermana, una folclórica. Salvador iba puestísimo de speed. No se si por aguantar las duras negociaciones para cobrar, para no dormirse en la carretera o por puro vicio. Debí quedarme dormido poco tiempo antes. Desperté con una metralleta Z-70 apuntandome en la cabeza. -¿Pero qué coño hemos hecho, joder?- Todos estaban tan sorprendidos como yo, así que pregunte a Salvador.-¿Tío, has hecho alguna burrada?-. No me contestó, estaba como tetanizado por el speed. Nos hicieron salir del coche y nos pidieron la documentación. El madero que se encargaba de mi no paraba de meterme el cañon de su juguetito en los riñones, cosa que me estaba empezando a joder. Yo no había hecho nada así que se podía tranquilizar un poco. El tipo me pidió le documentación. Saqué el carnet de identidad, el antiguo, ese azul enorme. La foto se deslizó suavemente por el despegado plastificado y planeó como con recochineo hasta los pies del poli.
-Tu fijo que te vienes con nosotros. Tus amigos no se-. Me metió nuevamente el cañon en la riñonada y yo le miré como haría Clint Eastwood en el jinete pálido. Me esposaron. La chica de Ramón, estaba lloriqueando y Tom me decía con señas que me callara. En todo esto ya eran cuatro las lecheras que nos acompañaban. - Abrid el maletero. - Ya fijo que no me voy yo solo-. Le dije al madero malo. Efectivamente cuando Salvador abrió el maletero, uno de los polis le pidió que sacara las bolsas. Cuando vió el maletín se le iluminó el careto. - Abreló- .Ahí estaba aproximadamente el kilo que habíamos cobrado, en billetes guarros y totalmente esparcidos por el maletín. A mi me llevaron esposado en una de las lecheras, las otras dos escoltaban el dodge.Estaba amaneciendo cuando llegamos a la comisaria de Pinto. A los demás se los llevaron y a mi me dejaron en una oficina con todas las bolsas, el maletín y rodeado de maderos. Les dije cien veces que veníamos de tocar, que llamaran a la compañía de discos y a la oficina de management y que les dirían quien eramos. Nada, se la sudaba totalmente. Habían cogido a unos delincuentes con un millón de pesetas y estaban encantaditos. Me ordenaron que sacase las cosas de las bolsas. Yo como no había hecho nada y estaba tranquilo y cabreado. Fui enumerando una a una cada una de las prendas que iba sacando de las bolsas de mis compañeros. Sabía que con la mía iba a tener problemas. Efectivamente, en mi bolsa llevaba sueltos tres pedales de efectos, un compresor, un delay y una distorsión. Lo de el compresor les debió sonar mal.-¡Que no lo toques coño!- y otra vez tenía el cañon de la zeta tocandome las lumbares. Les intente explicar lo que era, pero de repente se fué la luz.
Acojonante....Sería la tormenta de verano. El caso es que escuche un montón de clicks y enseguida volvió la luz. En mi vida había visto tantas pistolas juntas apuntándome. Entró un menda con pinta de comisario y los hombres de harrelson se fueron tranquilizando. -Sabéis a quien le habéis robado el coche ¿no?- Intenté explicarle nuevamente quienes éramos y que llamara a nuestra oficina. Nada. Me pidió que le dijera cuánto dinero llevabamos en el maletín. Aproximadamente un kilo, le dije sin pensar. Por lo visto eso le tranquilizó. Mas tarde nos diría que no es normal que despues de dar un palo a varias gasolineras, supieramos casi exactamente el dinero que llevabamos. Trajeron a Salvador, tan tetanizado como antes. El tío es que ni hablaba.- Joder Salva, diles quienes somos, quién es tu hermana, pero habla joder!-. Antes de que articulase palabra, uno de los maderos que estaba registrando el coche entró con una hoja de papel que reconocí perfectamente. Era la hoja de ruta. Donde se establecen horarios, hoteles, hora de prueba de sonido, hora del concierto, etc... La cosa se fue solucionando, pero muy lentamente. Se dignaron a hacerme caso y llamaron a nuestra oficina de management. Salvador habló por fin y el comisario se confeso fan de su hermana. A las nueve de la mañana todo eran disculpas y peloteos. No quise estar mas tiempo esperando así que pillé un taxi hasta mi casa. Tiré la bolsa en un rincón me quité la ropa y me acoste a su lado.- Ya estás aquí. - Eso creo. No pude dormir. Fantaseé con dedicarme al crimen organizado. Una especie de Santino Corleone. Al final me dormí.

jueves, octubre 26, 2006

Roadmanager


Yo curré con Manu en el noventa y dos. Una gira un tanto accidentada. Jota vino invitado a la mitad de las fechas. Nunca le entendí. Un tipo extraño. Lo tenía todo para estar contento y en cambio no paraba de dar el coñazo con sus malos rollos y sus neuras. Un politoxicómano y un depresivo juntos en una furgoneta no son la mejor de las compañías en una gira. Aun así los conciertos salían adelante mas que dignamente. No entiendo como se puede estar deprimido con un pibón como Anita a tu lado. Yo me hubiera cortado varios dedos. Sigue estando tremenda. La del noventa y dos fue la gira del exceso. Sexo , drogas y rocanrol. A pesar de los malos rollos hubo muy buenos momentos. Todo lo coñazo que era Jota durante el día, cambiaba cuando viajabamos por la noche. Se volvía un copiloto ameno y brillante. No paraba de contar anécdotas y hablar de tal o cual artista buscando inmediatamente una cinta en la bolsa para ilustrar lo que decía. Se sabía de memoria la vida de casi todas las rock stars desde Chuck Berry a Sonic Youth. No paraba de poner música. Traía monográficos. Canciones de carretera: drive all night, born to be wild.... canciones con la palabra sister: sister morphine, canciones con sweet home: sweet home Chicago, sweet home Alabama.... Canciones para viajar al sur, al norte, al infierno, al cielo... Había para todo.
Otras veces se acurrucaba en su asiento y mantenía durante horas la vista perdida en la oscuridad de los arcenes. No hablaba con nadie. No escuchaba. Sólo miraba. Manu y Jota eran un tiro en un escenario. Sus guitarras se complementaban perfectamente y escupían por los amplificadores todo su arsenal de años de aprendizaje. Se podía reconocer desde Duane Allman a Albert Lee. Fueron buenos años para la música en este país de mierda. Hace años que no veo a Manu. Me contaron que dejó la musica y se marcho a Australia. Espero que le fuera bien. De Ana se lo que sale en las revistas. Esta bárbara.

miércoles, octubre 25, 2006

El anillo

Fue el último día de vacaciones de mil novecientos noventa y siete. Un verano largo e inusualmentee caluroso. Habían alquilado un pequeño chalet en la Isla, en un bosquecito lindante con la parte sur de la playa de levante. Un sitio especialmente agradable y aislado. Desde la casa salía un camino que discurría entre pinos desembocaba en un pequeño farallón de roca y finalmente la playa.
El chalet tenía tres habitaciones dobles. A Jota, como soltero empedernido y sin pareja estable, le tocaba, como casi siempre, dormir en camas supletorias colocadas en cualquier rincón del salón de turno. Esto hacía que la luz de las primeras horas le despertara siempre el primero de la troupe.
Ese día salió de la casa, atravesó el bosque y bajó a la playa. Un baño en aguas cristalinas y despues a desayunar. Una rutina que había practicado todos los días desde que se instalaron allí. El mar le anestesiaba. Se tumbó desnudo, en la orilla, dejando que el rompiente de las olas le refrescase y jugueteó con la arena. En seguida se dió cuenta. El anillo no estaba. Sintió como una patada en la boca del estómago y miró una y otra vez el dedo índice de su mano derecha. Allí al lado de una rollingstoniana calavera, faltaba el otro anillo. Ese que giraba, el que tenía dos aros unidos, su preferido. Sus amigos le decían que lo iba a perder, que no se lo colocase así, en la primera falange, casí en la punta del dedo. Pero le gustaba esa manera de llevarlo. Las mas agoreras profecías se habían cumplido. Lo habia perdido. Tremenda putada. A lo mejor estaba en la cama. Pero no. Lo llevaba puesto seguro. Si se hubiera esforzado un poco hubiera podido llorar de rabia, pero no lo hizo. En un mercadillo vió otro parecido pero le parecía una especie de traición a la memoria y no lo compró. El caso es que regresó a Madrid sin él.
Pasaron dos años y de nuevo estaba en la Isla. Esta vez en la otra parte, la que daba al este. Otro agosto caluroso y de nuevo el último día de vacaciones. Una urbanización tranquila y familiar al borde del mar. Ese día estaba jugando con la hija de dos años de unos amigos. Hacían bolas de arena que ella tiraba a las olas. Jota hizo una especialmente grande y cuando trataba de levantarla se abrió en dos partes. Con su graciosa forma de hablar ella le indicaba algo. Justo en el centro de la bola de arena rota, y como si de un kinder sorpresa se tratara, lo vieron los dos. El anillo. El que perdió dos años antes, el que giraba sobre sí mismo, su preferido.
Años mas tarde una jovencita de 22 años se casaba por lo civil en un juzgado de Madrid. Jota no pudo ir a algo que por nada del mundo se hubiera perdido . El caso es que esa jovencita lucía en su dedo pulgar un anillo que giraba, un anillo que había encontrado dentro de una bola de arena cuando tenía dos años cuando jugaba en la playa con el tío Jota, del que ya no se acordaba, salvo por las cosas que contaban de él. Su anillo favorito.

martes, octubre 24, 2006

Un puñado de canciones para viajar esta noche


1. The load out - Jackson Browne
2. Drive all Night - Springsteen
3. Desperado - Eagles
4. Old 55 - Tom Waits
5. Ramblin' man - Allman Brothers
6. Georgia on my mind - Vers. Richard Manuel
7. Roadhouse blues - The Doors
8. Don´t Think twice it's all right - Dylan
9. She - Gram Parsons
10. Tu me estas atrapando otra vez - Los Rodriguez
11. Azzurro - Adriano Celentano
12. Mack the knife - Bobby Darin
13. The wanderer - Dion Dimucci
14. Veronica - Elvis Costello
15. And I stoned me - Van Morrison
16. The Night They Drove Old Dixie Down - The Band
17. Tini dancer - Elton John
18. The harder they come - Jimi Cliff
19. Free bird - Lynyrd Skynyrd
20. Suspicious mind - Elvis Presley

De Jota a Ana


Ayer rebuscando entre cajas llenas de papeles viejos, encontré la foto que nos hicimos con Dylan en Sevilla. ¿Te acuerdas?. Menuda cara de susto tiene el tío, casi igual que la nuestra. Le debimos pillar en un momento tonto. A lo mejor se dejó hacer la foto por ti. Siempre dije que te parecías a Sara Lownds . Le traerías recuerdos .
Hace tiempo que no cojo una guitarra. La verdad es que hace tiempo que no hago absolutamente nada provechoso. Antes esta situación era un filón para componer, ahora me supera. No creo que salga de esta.
¿Que estás escuchando ahora? Aquí solo quedaron los vinilos que dejaste cuando te fuiste. Casi no compro CD’s, hay pocas cosas nuevas que me gusten. Ahora escucho mucho country alternativo y country rock. ¡Quien lo iba a decir! Cada vez me parezco mas a Marty May, el protagonista del libro de Elliott Murphy. Habrá que solucionarlo. Los “loosers” estan bien para las canciones tristes y las películas, no para vivir.
De ti se lo que me cuentan los chicos. Que estuviste grabando maquetas con Tom y Ramón. Actriz, cantante...uffff. Espero que tengas suerte. No he escuchado nada, pero me gustará.
Sigues siendo mi chica favorita, aunque no te pongas al teléfono. Por lo menos responde a los correos, coño, aunque sea por caridad cristiana. Mi salud mental depende de eso, mas de lo que imaginas.
Estuve viendo a Manu. Está un poco jodidillo. No va nadie a visitarle. Podrías acercarte un día, te adora y le vendría bien verte.
Te escribo mas tarde que me llaman por telefono. Ciao, un beso.


lunes, octubre 23, 2006

New York New York


El trayecto desde el aeropuerto en Newark a Manhattanno ha sido todo lo excitante que pensaba. La autopista setenta y ocho ofrece algo parecido a lo que hemos dejado en casa. Pero a medida que nos acercamos, el imponente sky line de la ciudad te dejaba boquiabierto. La primera sensación es como haberse metido en una película. Cada rincón parece conocido, cada plaza, los taxis, los polis, incluso la gente que recorre las calles. Los edificios son enormes, algunos de colores imposibles. Y ese cielo violeta plagado de nubes aceleradas que recorren los espacios que dejan los rascacielos. El tráfico no es tan denso como cabría pensar, así que no hemos tardado demasiado en llegar al hotel. El Saint Moritz on the Park es un viejo edificio de treinta plantas, situado al norte de Manhattan. A medio camino entre la quinta y la sexta avenida, y justo a los pies de la parte sur de Central Park. Exactamente en el número cincuenta de Central Park South. Muy cerca del Plaza y justo en frente de la parada de coches de caballos. Un lobby enmoquetado y bullicioso nos ha dado la bienvenida. Los empleados uniformados acarrean con rapidez los carritos llenos de maletas, y gente abrigada entra y sale constantemente. Detrás del mostrador un tal Mr.García nos ha formalizado la reserva. El ascensor art decó, recorre en un santiamén los diecisiete pisos. Salimos Alf. y yo, M. y A. estan un piso mas arriba. Después de recorrer un largo pasillo como sacado del Halcón Maltés llegamos a la habitación setecientos veitidos. No es para tirar cohetes, pero no esta mal, y sobre todo ofrece una espléndida vista del parque, practicamente en su totalidad. Deben ser alrededor de las cuatro de la tarde y aun no hemos comido, así que quedamos abajo para disponernos a patear por vez primera la ciudad. Hace frío y llovizna agua nieve. Los árboles de la calle estan adornados de minúsculas lucecillas de navidad y la gente anda acelerada en la tarde final del año. Caminamos embobados mirando a todas partes. De los rascacielos a las nubes de vapor que salen de rejillas y alcantarillas. De cuando en cuando un indigente te reclamaba compartir el cambio con él. Hemos decididos entrar en el Harley Davidson Cafe, una paletada digna de cuatro despistados en la ciudad de los rascacielos. Es el típico café temático que te puedes encontrar en cualquier lugar del mundo. En la barra miran atentos una enorme pantalla de televisión donde estan poniendo fútbol americano. Nos hemos sentado en la zona de fumadores y pedimos algo así como hamburguesas, aros de cebolla y cosas por el estilo, lo típico. Cuando salimos de allí es ya totalmente de noche, esto unido al cambio de horario nos aumenta el aire de zombies que se nos esta poniendo. Caminamos mirando escaparates, luminosos, taxis y gente. Hemos decidido acercarnos al Empire State Building. Los iconos son importantes pero mas si estas en Nueva York. Así que en poco tiempo estamos esperando una larga cola en el impresionante y laberíntico sótano del edificio. Depués de tiempo de espera, rodeados de marmol y decoracion art decó tan abundante en la ciudad, llegamos a las taquillas. El encargado de expender los tickets nos desa feliz año nuevo y nos indica el camino del ascensor. El observatorio esta en el piso ochenta y seis. Lo primero que me viene a la mente al salir al la terraza es esa película en la que Cary Grant espera a que aparezca Deborah Kerr, pero no lo hace. La vista es increible, a pesar de ser de noche. Miramos por los prismáticos de monedas y hacemos todo lo que un buen turista hace en el edificio por el que trepó King Kong antes de ser acribillado. El edificio Chrysler se ve magnífico iluminado. Y el resto de la ciudad es como un bosque petrificado plagado de ventanas tintineantes. Las ráfagas de viento azotan el mirador y nos hacen daño en las mejillas. Aun así estamos bastante tiempo pegados a las rejas de unos dos metros que protegen la terraza. Cuando regresamos a la calle, el cansancio se esta haciendo mas patente. Decidimos volver al hotel caminando. Una vez en la habitación estamos charlando y fumando hasta que el sueño se hace insuperable. Cuando M. y A. suben a su habitación, Alf. lleva ya un buen rato durmiendo. Al poco rato caigo yo. Un ensordecedor ruido me ha despertado. Miro el reloj, son justamente las doce de la noche. Del parque salen fuegos artificiales y se escuchan los claxon de los coches. Me asomo un rato al ventanal, pero enseguida estoy de nuevo en la cama. Me siento agotado.

viernes, octubre 20, 2006

De paso


Los trenes de medianoche están llenos de gente muerta. También los autobuses nocturnos y los taxis. Creo que los cines y los bares se llenan a menudo, pero yo ya no voy.
Las guitarras lloran notas humedas, como de pena. Con sabor a hierro y limón. Pero yo ya no toco la guitarra.
Los niños de mi barrio tienen los ojos opacos, muy abiertos pero opacos, yo adoraba a esos niños pero ahora me dan miedo.
Los amantes se siguen besando en los asientos de atrás de los vagones del metro. No saben que están soñando, creen que son felices. Yo ya no sueño. Ya no duermo.
Me gusta escuchar a Tom Waits. Es uno de los pocos que saben la verdad. Yo también la se, pero casi no me acuerdo. Un día vi como un niño de cuatro años le decía a su hermano de meses: -Dime cómo es Dios que se me está olvidando-. Me quedé hecho polvo, ...así que era eso. Pero yo ya no creo, porque ya casi no me acuerdo.
Las viviendas son nichos. Yo ahora vivo bajo un puente, es mas seguro. La pintura es un buen analgésico, igual que el mar o montar en moto. Pero casi nadie pinta.
No sonrío casi nunca. Tampoco estoy serio. De vez en cuando hay que recordar cómo se hacen las cosas mas sencillas.
Mi vecina va a tener una niña. Es lo mejor que va a ocurrir en el mundo en estos días. Llevo esperándolo desde antes de conocerla, pero nadie me cree. En el colegio soñaba con esa niña, incluso dibujaba su cara en los libros. Tambien jugaba al fútbol y aprendía cosas que no me sirvieron de mucho, salvo para tener cierta cultura general. También era un buen portero, pero me gustaba jugar de líbero. Así se decía antes. Yo jugaba bonito, como Redondo, pero no era tan bueno. Raul juega feo. Nunca me gustó. Yo soy del atleti, pero de momento no tengo nada que decir al respecto.
Las carreteras son cada vez mas feas. Todas iguales, sin personalidad. Me gusta viajar en moto, pero ya no tengo moto.
Los policías de tráfico son como electrodomésticos y los municipales son los peores. Puedo tener una conversación mas inteligente con mi lavadora que con cualquier cretino uniformado.
A veces la lluvia se queda parada. Las gotas no se mueven del sitio. La gente no lo nota porque la gente va muy deprisa. Sólo los vagabundos y los gatos se dan cuenta. Ni siquiera los perros lo saben. Los gatos beben agua de lluvia, porque es fácil. Yo también lo hago. Cuando duermo estoy muerto. Al despertar nazco y estan traumático como en un parto. Prefiero dormir.
Odio lo de vivir deprisa. Prefiero vivir lento y morir deprisa.

jueves, octubre 19, 2006

En el backstage


Manu mira el vaso sin enfocar la mirada, atravesándolo sin ninguna concentración. John Fogerty grita desde muy lejos algo sobre la mala luna.Le tiemblan las manos. Acaricia como un autómata el mástil de su Les Paul Custom. El corazón se le sale por la boca. Hace meses desde la última vez que se subió a un escenario y la espera le está pareciendo insoportable. Alrededor, el descontrol habitual de sus compañeros le devuelven cierta sensación de confort. De nuevo en casa. Un diminuto camerino, lleno de humo y fundas de guitarra amontonadas, pero en casa. Repasa mentalmente cada acorde, cada solo. La prueba de sonido ha ido bien, pero eso no significa nada. Intenta engañarse a si mismo bromeando con la banda. “Un mal día para dejar las drogas”, le repiten. -”¡¡¡Cinco minutos y nos vamos!!!”- En ese momento, hubiera querido estar derrumbado en el sofá viendo cualquier sandez en la tele. Afina por enésima vez. Busca en el bolsillo un lexatín y lo traga acompañado de una puta fanta de naranja. Un mal día para dejar de beber. Sin ser muy consciente de cómo y por qué, se encuentra encima del escenario. Un pipa engancha el jack en la guitarra y pega en el monitor la lista de canciones.
“¡Un cigarrooo,!” Las luces le ciegan por un momento. Golpes de baqueta 1, 2 ,3....nos vamooos. Se concentra especialmente en la primera canción. Si todo va bien, el concierto discurrirá con cierta facilidad. Pero en caso contrario, los nervios empiezarán a hacer de las suyas y lo que antes estaba afinado, ahora no lo va a estar. El ampli raja o las manos se agarrotan. Todo ello le recuerda una canción que tocaba The Band, “stage fright”, algo asi como el miedo escénico del que hablaba Valdano. En realidad la cosa no va mal, hay presión en el escenario y el grupo está a gusto. Cuando todo va bien, la sensación de estar encima de un escenario es algo dificil de explicar. Es como estar en una tabla de surf sobre una gran ola, con su sensación de inestabilidad, el aire húmedo en la cara y la adrenalina subiendo y sabor salado en la piel. Dieziocho canciones, dos bises y de nuevo en el pequeño y humeante camerino. Y de nuevo la misma sensación de vacio de siempre. Esa angustia inexplicable que en ocasiones le lleva a estar a punto de llorar. Sale del camerino, en parte por no ver la tentación delante de las narices, nunca mejor dicho, y en parte por algo parecido a una especie de claustrofobia post concierto. “¿Qué tal ha sonado?” es la pregunta recurrente que hace a todos y cada uno de los técnicos y pipas que se encuentra en su deambular por el backstage. Allí se encuentra bien, entre flight cases de luces, etapas de potencia, cables por el suelo y gente de un lado para otro. Un ambiente de batalla finalizada que le hace sentir extrañamente tranquilo. Allí piensa, recapacita. Mastica cada una de las razones que le llevaban a preferir una prueba de sonido, un ensayo o una cena con su banda, a cualquier concierto por bueno que éste sea. Es un contrasentido. Ha disfrutado del concierto, pero parece que el público arranca cadavez un trozo mas grande de sí mismo. No entiende por qué pero está angustiado. Tan angustiado como todas las veces que bajalas escaleras del escenario.

Roy Orbison


Eme tocaba la guitarra en el Retiro. No lo hacía por dinero. De hecho siempre devolvía las monedas que le echaban. Pero si tocaba por necesidad. Realmente necesitaba, de vez en cuando, coger los trastos y colocarse en el paseo del estanque a pasar la tarde con su Ovation entre los brazos.
Mientras tocaba, no pensaba en otra cosa. Simplemente tocaba. Aquel jueves hacía calor. A Eme le encantaba observar, escuchar los comentarios de la gente, mirarles a la cara y diferenciar a los turistas de los demás. Era curioso ver como ejercía una extraña atracción hacia los perros y los niños. Siempre se le acercaban. Eme vivía en O’Donell, muy cerca del parque. Desde que volvió de Nueva York no pasaba una semana sin que se acercara al Retiro. No era Central Park, pero se lo recordaba. Del otro lado del estanque llegaba el eco de los tambores. Los inmigrantes africanos siempre se colocaban allí, al sol, y a veces le servían a Eme de base rítmica para sus canciones. A menudo se encontraba a antiguos conocidos. Le hacía gracia ver la cara que ponían al verle allí. Algunos se hacían los locos y pasaban de largo, extrañados y compadecidos de verle pidiendo. Otros le saludaban y Eme se extendía en explicaciones, pero nunca se justificaba por estar tocando en la calle. Aquel día se sentía raro. La luz era distinta. Le costaba enfocar la vista con claridad. Era la misma sensación que tenía en las tardes de toros. La luz que desprendía el albero al llegar al tendido, le parecía igual de irreal que la que ilumunaba el Retiro esa tarde de invierno. Afinó la guitarra muy despacio, gustándose. Mirando a la gente pasear. Inventaba mentalmente historias de los tipos que pasaban delante de él. Les sacaba parecidos razonables. Así aquella tarde vió al yuppie de American Psicho, a un clónico de Muddy Waters, al mismisimo Frank Sinatra y a Juan Belmonte. Empezó a tocar. The Band, Bob Dylan, Tom Petty....lo mas apropiado para una tarde unplugged en el Retiro. Después de the weight, paró un momento a encenderse un cigarrillo. Buscó las cerillas en su chupa, luego en los bolsillos del pantalón y en el casco de la moto después, pero no, no tenía.Miró a su izquierda. Un tipo de pelo y gafas especialmente negros le alargaba un mechero encendido. Aspiró con fuerza y le miró sonriendo para darle las gracias. Eme se quedó helado. El tío era igual que Roy Orbison. No era como otras veces, un parecido lejano al que él acercaba al original en un juego entretenido. No. Esta vez el tío era igual, igualito. Eme sonrió y “Roy” le devolvió la sonrisa. Una sonrisa igual en un careto igual. Eme se descojonaba por dentro. Podías encontrarte parecidos asombrosos, pero siempre dentro de un orden. Pero lo del tío este era alucinante. Roy Orbison no es que tenga un aspecto físico muy común que digamos. Ese pelucón negro, esas gafas enormes y ese careto como de cera. Pero el tío este es que era clavado. Llevaba incluso un medallón en el pecho con una cruz y unas botas de piel de serpiente. Eme se partía el culo. Le alucinaba que a un tío le diera por pasear disfrazado de Roy Orbison por el Retiro. Si por lo menos fuera de Michael Jackson o de Elvis. Pero si a Roy Orbison no le conoce ni Dios en España. Pues ¡que va, que va!, de Roy Orbison, con dos cojones.A Eme realmente le divertía la situación. Intento recordar alguna cancion suya, pero sólo pudo acordarse de una estrofa de Thunder Road de Springsteen en la que se hablaba de él. Empezó a tocarla. El tío sonrió otra vez. Levantó el pulgar con aprobación y se perdió entre los puestos de tarot. Eme se sentía divertido. Necesitaba contarlo. Continuó un par de horas mas en el banco de madera y luego recogió los trastos. Llegó a casa cerca del mediodía. Puso lo tele y se derrumbó en el sofá. Eme seguía con la imagen del Roy Orbison del Retiro en la cabeza. Alargó el brazo hasta el cajón de cartón donde tenía los discos. Los pasó lentamente hasta que sacó uno. Travellin’ Willburys. Miró la foto de la portada y se rió, esta vez con una gran carcajada. Sonó el telefono. -¿Sí?- contestó - Hola tío que tal...Joder me ha pasado una cosa alucinante...He visto a un menda igual que Roy Orbison....Oye....¿Ramón?...¿estas ahí?- por unos segundos nadie contestó. Luego Ramón dijo, dijo -Pon la tele. Pon telemadrid ahora mismo- y después la señal de comunicando. Había colgado. Eme buscó el mando a distancia de la televisión. Pasó los canales, plus, antena tres, telemadrid. Subió el volumen. Ahí estaba. El auténtico Roy Orbison, en blanco y negro, tocando only the lonely. Segundos después el locutor del telediario con la imagen de Orbison congelada en un pequeño recuadro a su derecha. - Hoy ha muerto el autor de pretty woman.....- Eme apagó la tele. Cogió la acústica y empezó a tocar. No volvió a comentar a nadie lo del tío del Retiro.

miércoles, octubre 18, 2006

el campo de sueños


Fue el mejor partido de mi vida. Habíamos quedado, como siempre, en el campo de La Sorda. Hoy es una coqueta urbanización de adosados a la altura del ciento y pico de la calle Paseo de la Habana y la calle Honduras.
Entonces era un descampado bastante plano con algún olivo en los márgenes, que nos servía de perfecto campo de sueños. Fué un sábado de febrero, bastante frío pero muy luminoso. Vidarte, Guillermo Burkholz, el chino, Juan Carlos Moreno, Robledo, Manu y yo.
Nos había fallado medio equipo y los contrarios tampoco eran los reglamentarios, así que decidimos jugar un partidillo en el campo pequeño, menos uniforme pero del tamaño adecuado para un siete contra siete.
Lo primero era buscar las piedras que nos hicieran de postes y pintar con un palo las áreas y el perímetro. Para evitar discusiones. Nos cambiamos de ropa y dejamos las bolsas debajo de uno de los olivos. Me encantaba la sensaciòn de frío en los pulmones con las primeras carreras. Para empezar Robledo de portero, luego nos iríamos turnado. El chino en el centro de la defensa con Vidarte y Manu a sus lados. Juan Carlos Moreno de organizador y Burkholz y yo de delanteros.
Burky y yo llevabamos puestas nuestras camisetas del atleti, Juan Carlos un polo azul, el chino la del madrid y Vidarte iba del Barsa. Manu con el chandal del colegio y Robledo con su flamante camiseta roja del Manchester United, con el cuello blanco camisero, una pasada. Ningún sábado éramos los mismos pero el orgullo de equipo se mantenía intacto. El partido comenzó mal para nosotros. Recibimos el primer gol al poco tiempo de haber sacado de centro. El chino se desesperaba dando órdenes y Vidarte enrojecía por momentos. Burkholz entraba una y otra vez por la izquierda, pero los pases salían trabados. Burki era una especie de cruce entre Roberto Martínez y Ayala. De piernas larguísimas y regate feo pero efectivo. Dos detalles de Juan Carlos Moreno nos pusieron a volar.Un prodigioso control en el medio del campo y un pase al hueco mirando al lado contrario, como años después haría Laudrup, nos hicieron perder el miedo a un equipo aparentemente de mas enjundia que el nuestro.No cejabamaos en el empeño y los primeros tiros a puerta no tardaron en llegar.Todo nació en él. Era un jugador maltratado durante mucho tiempo por la grada de cotillas del patio, que no le perdonaba su supuesta desgana. Pero de un tiempo a esta parte el chico se había revelado como un futbolista de altos vuelos, potente, hábil, que desbordaba, imaginaba, inventaba y resolvía perfectamente desde su reino en el centro del campo. Sus detalles nos hicieron tocar a rebato y sacar los colores al hasta ahora intocable equipo del Santa Marca. Yo tuve la suerte de meter el primero y efectivamente fue pura suerte. Deambulaba en el primer palo, echando espumarajos y un tanto asfisiado cuando me encontré con un balon rechazado por la piedra-poste contrario. Seguramente estaba en fuera de juego pero en un campo ligeramente cuesta abajo y con algún que otro cascote, no se podía seguir un estrecho reglamento. Después de los abrazos de rigor y el saque de centro empezó el vendaval de juego. Robledo lo paraba todo. De hecho no quiso que rotaramos el puesto y estuvo allí entre las piedras, todo el partido. Vidarte era Beckenbauer. Que control y que elegancia. Manu le hacía perfectamente la cobertura al chino, que mandaba en el centro del campo. Guillermo y yo recorríamos una y otra vez las bandas dando pases que remataban con peligro Juan Carlos o el chino. Los goles que nos metían los respondíamos inmediatamente con otro. Siete a siete. Fue perfecto, llegó un momento en el que hubieramos seguido jugando el día entero. Nos divertíamos, no queríamos ganar, el empate era lo justo. Ni una mala patada, deportividad. Era el germen del fútbol. Sin público. Jugábamos para nosotros, imaginándonos estadios repletos de aficionados aplaudiendo. Seguramente sea un recuerdo insignificante, pero por alguna razón pervivió en mi memoria de una forma tan clara que lo hace extraño y mágico a la vez. Puede que hayan pasado treinta años de aquello y aun lo recuerdo perfectamente. Tengo grabada la imagen de mis compañeros exactamente igual a como estaban ese febrero de mil novecientos setenta y cinco. Aunque compartimos muchos años mas de estudios y fútbol, les recuerdo a todos con trece años, al menos es curioso. Tal vez ese año tenga cierta inflexión espacio temporal en nuestras vidas. Palmó Franco, vimos el exorcista y tiburón.Ron Wood entra en los Stones, Neil Young saca Zuma.

martes, octubre 17, 2006

Me llamo Jota

Odio el sonido de los besos en las películas. Sobre todo en las dobladas. Son pegajosos. No aguanto los domingos por la tarde, siempre son preludio de algo malo. Hay programas de la radio que detesto pero escucho. No soporto a la policía municipal, la guardia civil, los nacionales, la policía judicial, etc... Es una mezcla de miedo y asco que me pone enfermo. Me gustan los niños, son con diferencia lo mejor de este mundo. Adoro sobre todo a una niña que me vuelve loco. Ella saca lo mejor que tengo, que no debe ser mucho. No soporto los programas magazine de la tele, con marujeo, corazón y sus tertulias políticas. Me gusta montar a caballo, no sé por qué pero me gusta. Adoro leer, aunque olvido muy pronto, por eso releo con frecuencia. Detesto las tracas y los petardos, no podría ser ni chino ni valenciano. Me sacan de quicio las calenturas y pupas en los labios, y las rinitis. No soporto estornudar mas de tres veces seguidas. Me gustan los Stones, por muchas razones, pero sobre todo porque me han acompañado todo este tiempo. Hubiera dado todo lo que tengo por ser un rolling stone. Lo he soñado mil veces y creo daría la talla.

He descubierto que me gusta el magisterio. Hay que joderse. Es posible que fuera un buen profesor. De esos que te hacen agradable la asignatura. Tal vez de literatura o de historia. Odio tener tan mala salud o tanta hipocondría. No sé que es lo primero. Me da miedo envejecer. Veo hacerlo a la gente que quiero y lo llevo fatal. La verdad es que yo me encuentro ya lo suficientemente viejo. No me importa morir, lo que me aterra es el deterioro físico, los dolores, las enfermedades, o simplemente convertirte en un problema para los demás. Me gustan mucho las tormentas de verano con el olor a tierra mojada y la electricidad en el aire. Como dice un amigo mío, son instantes de un invierno entero. Tal vez sea así. De pequeño odiaba que me cortaran el pelo, luego me dió igual, pero entonces me ponía enfermo. Dejaba de escuchar música y me encerraba en mi cuarto como esperando a que me creciera de nuevo. En la mili me lo cortaron al menos tres. Bob Dylan es probablemente el tipo más grande que ha habido en el mundo de la música. Creo que lo he meditado lo suficiente. Me gusta el fútbol inglés, sus campos y cómo canta todo el mundo, antes de empezar el partido, el himno del club, sobre todo en Anfield Road. Yo soy del Atletico de Madrid. No soy antimadridista pero tampoco sé la razón. Odio la tos seca, sobre todo en primavera. Es persistente y acaba agotando física y mentalmente. Y la alergia. Esa que me hace estornudar como un memo mas de quinientas veces seguidas. Esa que produce toda una riada incontrolada saliendo de mi nariz. Esa que se confunde con asma y se une a mi desviación de tabique, haciendo tortuosa la mas mínima inhalación de oxígeno.
Me encantan las chuches. Esas gelatinosas, la evolución mejorada de las antiguas gominolas. Creo que me he enganchado. Debe ser una regresión o algo parecido. No soporto las teteras de metal, esas pequeñas que ponen en los bares. No hay manera de no derramar el té cuando te sirves. Si a demás acostumbras leer el periódico a la vez, lo dejas hecho una mierda. No me interesa nada la música que se hace de 15 años a esta parte. Se que exagero pero no demasiado. La verdad es que soy consciente de que me pierdo cosas buenas, aunque creo que muy pocas. Sé que me estoy radicalizando en la nostalgia y es horrible. Ella me encanta, aunque nunca sepa de que va. Unas veces se acercaba a mí hasta casi quemarme y otras era la mujer mas distante y fría del mundo conocido. La quise, la quiero y la querré toda mi vida a pesar de que los cantos de sirenas intenten que me olvide de los recuerdos. Cada vez hay mas sirenas, debería alegrarme, pero no lo hago. Me gusta Cayetana Guillén Cuervo. No lo entiendo, es acojonante pero me pone. Veo demasiada televisión. Me gusta Neil Young. Genio y figura. Odio que me vigile un chino cada vez que entro en un todo a cien. ¡Joder! que me registren al salir, les doy permiso, pero no quiero ver una cabecita oriental detrás de mi constantemente. Es como cuando vas a mear y te están mirando. Te corta el rollo. Los árbitros de fútbol no tienen ni puta idea. Parece inevitable. Una fatalidad mas que hay que asumir. Me encanta ir en moto sin casco y desde que lo pusieron obligatorio me gusta más. También me gusta hablar por teléfono mientras conduzco y romper las multas de aparcamiento.
Adoro “el árbol de la ciencia” de Baroja. A veces creo que soy una especie de Andrés Hurtado.Me encantan Harry Potter (otra regresión) y Robert Johnson. En realidad son la misma cosa. Yo también quiero ir a un cruce de caminos y tocar endiabladamente o ser profesor en Hogwarts. Deseo pasar el resto de mi vida viendo películas bonitas y leyendo libros de viajes y jugando con niños, inventando cuentos y montando en moto y tocando la guitarra y besando a mujeres con ojos tristes y buceando en el mar, y comiendo foie con arándanos, y tumbarme en la hierba un día caluroso de mayo. Las casualidades me gustan pero me asustan. Es como si alguien jugase con nosotros como los dioses de la Grecia antigua. Creo que algo se perdió en mi fase de crecimiento y como suspendí en los examenes de recuperación , estoy repitiendo. Me gustan las películas navideñas en verano y ver El Padrino un sábado por la noche. Me encantaría leer los periódicos del domingo un dia frío de otoño y escuchar a Van Morrison con la Uma Thurman de Beautiful girls a mi lado. Podría pasar ¿No?.